Padres y madres tendemos a sobreproteger a nuestros
hijos. Sentimos miedo de que sufran, que
no sean capaces y se sientan frustrados por no alcanzar sus metas.
Muchas veces
tratamos de allanarles el camino con tal de evitar su sufrimiento, pero cuando
lo hacemos les estamos impidiendo el aprendizaje, les negamos la oportunidad de
crecer y explorar sus propios límites.No se trata de dejar que se enfrenten a responsabilidades
que no correspondan a su edad, sino de no educar en una burbuja en la que se encuentren
falsamente seguros.
Sabemos que en la vida nos equivocamos, lloramos las pérdidas,
nos enfrentamos a críticas y
soledades, cuando resguardamos a nuestros hijos y nos les permitimos que
se enfrenten a esas emociones no aprenderán a afrontarlas y no se prepararan
para ser adultos emocionalmente responsables.
Aprender a soltar, a dejarles su propio espacio de
aprendizaje, dejar que se equivoquen y que aprendan a
disfrutar y a sentirse orgullosos de sus logros, que se sientan protagonistas
de su propia vida.
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