El Muro de Berlín, 155 kilómetros de hormigón
y alambre se derribo un 9 de noviembre de 1989, ese día, miles de personas cruzaron al otro lado del
muro y nadie pudo detenerlos, de forma que se produjo una
salida masiva en la que después de veintiocho años de separación familias y amigos
se pudieron reencontrar.
La caída del muro se convertiría en el símbolo
del final de la Guerra Fría, el final de un tiempo.
Hoy, todavía se levantan esta clase de muros por
todo el mundo. Se levantan para controlar
la inmigración, por la necesidad de contener el terrorismo, para
defender territorios, pero los fines con
los que se justifica su construcción no
consiguen ocultar la injusticia que contribuyen a crear.
Pocos símbolos humillan y rebajan tanto la
condición humana como los muros de separación, que marcan diferencias y hacen
crecer desigualdades.
Necesitamos restaurar la dignidad de todos los
pueblos del mundo, trabajar por que desaparezcan los muros de la desigualdad porque todos compartimos este mundo y somos
ciudadanos de esta tierra.
Martin Luther King decía “tengo un sueño” esta frase también se
escribió en ese muro que hoy recordamos veinticinco años después de su caída,
ojala sean los demás muros los que vayan cayendo y podamos escuchar, “somos
libre, al fin somos libres”
Gracias Maite por recordarnos este bello aniversario, pero también la necesidad de seguir luchando para que muchos muros más se derriben: en Jerusalén, en Gaza, en la frontera de México, en Ceuta y Melilla, en Belfast y en tantos otros lugares... sobre todo en nuestros corazones ... muros que nos separan por nacionalidad, raza, posición social o política, religión, sexo, etc., etc. ¡Cuanto nos queda aún por soñar y por convertir nuestros sueños en realidad! ...
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